¿Cómo facilitar la adaptación del inmigrante?
La inmigración no es más que dejar el lugar de nacimiento u de origen para implantarse en otro país o nación, principalmente por causas de una mejor vida social y económica.
Las migraciones son tan antiguas como la humanidad. Sin embargo, desde hace algunos años las nuevas tecnologías han cambiado el modo de vivir y la experiencia de la migración, permitiendo un tipo de comunicación antes impensable. A pesar de esta gran diferencia, el proceso de migrar supone igualmente un desgarro e implica una transformación de nuestra identidad.
Si observamos lo que le pasa a una plantita cuando la trasplantamos a un ambiente distinto, podemos imaginar lo que le sucede a una persona cuando tiene que “cortar raíces” y después volverlas a echar en un lugar distinto del que ha crecido.
Muchos factores influyen en este proceso de cambio, como la salud de la persona y del entorno que le rodeaba, el cómo se trasplanta y por supuesto, las condiciones que encuentra en el nuevo ambiente.
Antes de viajar para mudarnos a otro país, solemos imaginar cómo será la nueva vida. Algunas personas consiguen elaborar un proyecto migratorio muy claro, con un objetivo y etapas a seguir, preparándose para el cambio y planeando detalladamente qué harán una vez llegados al lugar.
Otras sueñan despiertas con la nueva vida, dándole rienda suelta a la imaginación y a veces limitándose a una información en ocasiones no muy precisa sobre cómo funcionan las cosas en el nuevo país.
Con mayor o menor planificación, suele suceder que lo que imaginamos resulte muy distinto a la realidad que vivimos cuando llegamos a la nueva tierra.
Para nosotros que nos hemos movido de país emigrar implica desafíos, quizás, el más importante es reconstruir nuestra identidad al asumir como propia la cultura en la cual nos integramos, cambiamos, sumamos experiencias a nuestras vidas, sumamos otras formas de ver la realidad.
Ventajas
1- Mejora de la calidad de vida
La mayoría de los inmigrantes buscan un aumento en las condiciones de vida estándares. Vivir en un entorno libre de delincuencia, con beneficios ciudadanos y seguridad social, suele ser un motor común para instar al movimiento.
2- Nuevas experiencias personales y profesionales
El nuevo escenario de vida exhorta a los inmigrantes a sacar lo mejor de ellos en el ámbito personal y laboral.
Al salir de su zona de confort, los inmigrantes se ven en la necesidad de adoptar nuevos retos: ser más independientes, vivir solos, ahorrar, asumir nuevos compromisos personales y profesionales.
3- Contacto con nuevas culturas y expansión del conocimiento
Viajar da la oportunidad de conocer nuevas culturas, gastronomías, medios de transporte, modismos, tradiciones, e incluso superar barreras idiomáticas, si es el caso.
Hacer vida en otro país abre las puertas del conocimiento a través de la historia autóctona de cada nación, e incluso mediante recorridos de los sitios museos o sitios históricos más representativos del lugar.
Desventajas
1- Xenofobia y barreras culturales
No todos los ciudadanos del país de acogida son hospitalarios con los inmigrantes. Pueden sentir resistencia al cambio, o culpar a los inmigrantes de los problemas de su país, por lo que pueden ser víctimas de discriminación racial o de comentarios xenófobos, por su país o región de origen.
2- Barreras Idiomáticas
Si se opta por migrar hacia un país con un idioma distinto a la lengua materna, resulta elemental conocer al menos las nociones básicas de dicho idioma.
Para ello, lo más recomendable es frases básicas para realizar las compras, estar familiarizados con los letreros de tránsito y manejar los saludos y expresiones de cortesía.
3- Rehacer la vida laboral
Reconstruir la vida laboral requiere de tesón, constancia y humildad.
Al hacer vida en otro país, y vivir la experiencia de la multiculturalidad, se pone en práctica la educación, los preceptos culturales y los valores aprendidos en casa.
Cuando dejamos nuestro país, no solo dejamos un lugar geográfico, sino también un modo de entender y hacer las cosas que estructuró y orientó nuestra vida hasta el momento de nuestra partida.
Cambiamos de cultura y empezamos un largo camino de reajuste entre lo que sabemos y damos por sentado y un modo distinto de hacer las cosas que predomina en el nuevo lugar.
Al inicio se suele vivir el famoso “choque cultural”: experimentamos la pérdida de lo familiar, de nuestros puntos de referencia, entrando a un mundo desconocido, ajeno. Todo resulta distinto: el paisaje, los olores, los sabores, los sonidos, las personas, las costumbres. Constatamos que el modo de comunicar y relacionarse es diferente.
Una situación que en nuestro país vivíamos como normal puede convertirse en toda una odisea y frecuentemente se dan malos entendidos con los modos de decir o simplemente con un gesto que se usa de manera distinta.
En esta primera etapa podemos sentirnos confundidos, desorientados y frustrados, en especial cuando tenemos dificultades para dominar el nuevo idioma, o cuando el modo de comportarse de los demás nos resulta demasiado diferente al habitual.
Algunos indicadores que pueden señalarnos que estamos viviendo un choque cultural son: los desórdenes del sueño y/o la alimentación, enfermedades físicas, miedo generalizado (o fobias específicas), aislamiento, irritabilidad, exceso de emocionalidad o dificultad para expresar los sentimientos, hostilidad e incluso síntomas que en nuestro país de origen son relacionados con la locura. Estos indicadores generalmente son transitorios y funcionan como una especie de señal que nos avisa que estamos haciendo un esfuerzo muy grande para adaptarnos.
Así como cada plantita reacciona de manera distinta a un cambio de ambiente, cada persona vive la experiencia de la migración de modo único e irrepetible. Lo que le funciona a una para lograr echar raíz en la nueva tierra, puede ser contraproducente para otra.
Indicaciones para facilitar la adaptación:
Pero a pesar de que cada historia sea única e irrepetible, hay algunas indicaciones generales que podemos seguir para facilitar o hacer más llevadero el proceso de “trasplantar raíces”.
1. Antes de viajar, dedicar un tiempo para investigar: ¿Cuál es el objetivo que estoy persiguiendo? ¿Cómo imagino el viaje y los primeros días en el nuevo lugar? ¿Qué dificultades podría encontrar? ¿Qué me hace ilusión? ¿Qué se esperan mi familia y mis amigos, las personas más importantes para mí? Si logramos ponerlo por escrito o registrarlo con un video o una grabación de voz, en otro momento puede sernos muy útil.
2. Cuidarnos y atender nuestras necesidades básicas como el comer y dormir bien, además de estar atentos a las señales que nos manda nuestro cuerpo. Hay que darle tiempo para que logre aclimatarse a un ambiente distinto, sobre todo si encontramos un clima y unas condiciones geográficas muy diferentes al nuestro.
3. De igual forma, hay que darle tiempo a nuestro corazón y a nuestro espíritu para que pueda despedirse de lo que dejó y al mismo tiempo aclimatarse a la nueva realidad. Comprender que las sensaciones iniciales de desorientación, tristeza, miedo o enojo son completamente normales y a medida que nos vayamos adaptando al nuevo ambiente se irán modificando.
4. Buscar ayuda profesional: si alguno de los indicadores del “choque cultural” resultara una interferencia importante en nuestra vida cotidiana o persistiera durante mucho tiempo, buscar ayuda. La migración suele ponernos a dura prueba y transformarnos, por lo que resulta necesario darse un tiempo para elaborar y “digerir” esta experiencia, estableciendo las diferencias entre el antes y el después y colocando las cosas en una perspectiva más amplia.
5. Cultivar nuevas amistades y poco a poco ir construyendo una red social en el país de acogida. Puede ser útil investigar si hay asociaciones o puntos de encuentro de compatriotas o centros interculturales: el intercambiar y compartir experiencias con los demás puede convertirse en un recurso precioso.
6. Informarse sobre los recursos que ofrece el nuevo país y ponerse en contacto con las instituciones y organizaciones que puedan ayudarnos a satisfacer nuestras necesidades en los diferentes ámbitos de nuestra vida: laboral, social, familiar, personal, espiritual, etc.
7. Hacer un balance: Para concluir, es muy importante establecer un tiempo para hacer un balance de cómo nos está yendo con esta experiencia y hacer cuentas con la desilusión, que es natural y humana, pero que puede volverse un problema si fingimos que no existe, convirtiéndose en rabia y frustración. Podemos preguntarnos para facilitar nuestro proceso: ¿Qué cosas han sido distintas a lo que me esperaba? ¿Estoy alcanzando mis objetivos? ¿Necesito replantearlos? ¿Cómo estoy?